El día de ayer nuevamente hice un ascenso al albergue Piedra Grande en las faldas del Citlaltépetl. Un día especialmente nublado, húmedo, frío y nevado. Como siempre es maravilloso estar en contacto con la naturaleza, mucha gente no comprende o disfruta el volver a las raíces.
En mi ideal he considerado que volver a la naturaleza, aunque sea en forma de visita rápida, es encontrar un punto de tranquilidad, como si se cerrara un círculo que nos permite dar un suspiro largo para retomar el aire y continuar. Lo equiparo con el corredor que tiene que completar vueltas en una pista, el volver a la naturaleza es como completar una vuelta, y al mismo tiempo iniciar otra. Siempre hay más retornos, incluso al morir volvemos a ella a cerrar el círculo de la vida.
Tal vez por esa rotunda verdad es por la que me emociona tanto estar en lugar donde la única huella de la humanidad sean tus propios pasos.